A los 14 años fui a un club de barrio
y me anoté en gimnasia artística. Para mí, que había soñado tanto tiempo y representaba algo tan mágico, estar llevándo mi ideal al mundo tridimensional era una locura... Me acuerdo de la
primera clase a la que fui, de mis compañeras, del mini tramp, de la
sensación que tuve la primera vez que salté. Me acuerdo cómo todo
se suspendió en el aire y la vida tal como la conocía cambió para siempre. Eso era. Eso
era lo que yo quería hacer. Esa era mi casa; allá arriba. Y de ahí
en más cada cosa que hacía estaba dirigida a conseguir un
microsegundo más de duración en el aire. Un centímetro más de
altura. Un poco mas de velocidad, fuerza y potencia para lograr
llegar a un momento del ejercicio en donde todo se congelara y yo
pudiera desaparecer.
Entrené un par de años. Fue la etapa
más intensa de mi vida hasta ese momento. No puedo estar lo suficientemente agradecida por haber vivido todo eso tan de joven. La capacidad mental que te
da el deporte y el conocimiento de vos mismo que te brinda no se compara a ninguna otra actividad. Y cuando 3 años después dejé, no lo hice porque
no me gustara más la gimnasia, sino porque se volvió muy
competitivo y en algún momento sin darme cuenta dejé de disfrutar
para pasar a vivir en un estrés constante. Que si tenés dos
kilos de más, que si no tenés suficiente flexibilidad, que si tu
entrenador está de mal humor, que si saliste cuarta en vez de
tercera, que si justo el día del torneo te caíste de la viga, que
si se te abrieron los cayos de las manos y no pudiste entrenar en las
paralelas toda la semana... Todo se hizo demasiado para mí. Pasó a tener la especulación de un negocio y no la pureza de una actividad humana que las personas practican por pasión. Este aspecto tan duro del deporte me gastó. Más cuando ese gimnasio, esa actividad y esas personas se
convierten en lo único que ves, hacés y respirás todo el tiempo.
Mi valor personal empezó a estar dado por cuántas posibilidades de
ganar tenía. Todo esto en un ambiente de tensión y competitividad,
hizo que empezara a tener lesiones por estrés como esguinces de
tobillos y tendinitis en los hombros. Un día simplemente me dí
cuenta de que no podía seguir yendo. Fue instinto de supervivencia. Mi cuerpo no podía ir a entrenar. Y no me quedó otra que respetarlo. Algo muy profundo no me dejó entrar más al gimnasio, ni a ningún otro, por mucho tiempo.
Pero los años pasaron y si bien mi
rechazo hacia la actividad en su forma competitiva perduró, un día a los 22 años me encontré buscando en internet lugares para volver a entrenar, esta vez como parte de un grupo de adultos. El objetivo era más
recreativo que competitivo, y eso me llamó la atención. Extrañaba reencontrarme con mi guerrera interior, con mi potencia, con mi determinación, con mi fuerza y mi paz allá arriba. Aún con varios kilos de más y fuera de estado, volví a
entrenar y rápidamente me reencontré cómoda en mi piel.
Qué es lo más importante de todo esto
para mí? Haber descubierto lo que es ser consciente del
cuerpo y a donde te puede llevar. Se trata de un nivel de armonía muy integral y total en una persona. No es lo mismo sentirse bien mentalmente, o físicamente, que sentirse bien en todos los aspectos al mismo tiempo manteniéndolos en armonía. Se potencian. Hablo de una tranquilidad y felicidad bien desde adentro, muy real y verdadera, que sentís que te supera y se irradia. Si experimentaste esto a un nivel tan pleno en algún momento de tu vida, nunca vas a poder conformarte con menos, y una vida sin ejercicio la vivís como una vida incompleta. Aun cuando ese período dure muchos años, cuando te vuelvas a encontrar con vos mismo entrenando, va a ser como volver a casa.
Tu cuerpo es un templo que te aloja durante un tiempo delimitado. Vos, tu potencial, tu existencia es SAGRADA. Tu cuerpo no es solo un objeto que te transporta de un lado a otro, ni es menos importante que tu mente. Vos sos una conjunción de todas esas capas que te conforman, aunque algunas sean mas burdas y tangibles (como tu cuerpo) y otras sean más sutiles (como tu mente o tus emociones). Tu cuerpo te puede llevar a espacios que trascienden lo físico y que no te podés imaginar. Puede ser un puente por el que vas y venís del cielo a la tierra. Por eso hay que cuidarlo,
tratarlo bien, trabajar en conjunto con él. Pretender que no existe, o decir que para vos
simplemente no es una prioridad, es un pensamiento que no te va a
ayudar a crecer. También tenerlo obstruído lleno de basura, intoxicado con sustancias pesadas o invasivas, es como pintar con graffitis el techo de la Capilla Sixtina.
Ojalá que hayas tenido la experiencia
de estar en sintonía con tu cuerpo en algún momento de tu vida, y
sino, ojalá que este post te inspire a buscar ese estado de salud
profunda en donde tu fuerza, flexibilidad, resistencia y estabilidad
mental y emocional convergen. No hace falta que tengas ningún
reconocimiento externo ni medalla ni trofeo. El deporte o el
ejercicio físico no están ahí para hacerte llegar a un resultado concreto, ni para
sobresalir y que otros te admiren; es algo que existe PARA VOS. Es un
fin en sí mismo el practicarlo. No
hace falta ser el mejor, ni el segundo mejor, ni el tercero
mejor. Sólo se trata de conocerte a vos mismo y acceder a todos los aspectos que te conforman, sin ignorar ni pelear contra ninguno de ellos.
* * *
No importa donde estés ahora, no importa cual sea tu estado físico, tus lesiones, tu edad. Solo movete hacia adelante y no pierdas nunca la motivación para mejorarte a vos mismo.
Veterano de guerra con lesiones irreversibles de columna y piernas empieza su rehabilitación.
Algunos están más avanzados, otros están recién empezando y tienen más obstáculos que superar. Nada de eso importa. No importa a dónde llegues. Solo importa tu convicción y la vida adentro tuyo que quiere fluir por tus venas. No la detengas. No la obstruyas. Podés tener 88 años o 18, las condiciones pueden estar dadas fácilmente para que ejercites, o pueden estar en contra. No te quedes pensando en lo desafortunado de las circunstancias, solo hacelo.
Johanna Quaas es la gimnasta de 88 años más inspiradora del mundo.
A veces te vas a caer. Muchas veces vas a perder. No importa si sos el último. Sólo seguí avanzando. La clave es poner un pie delante de otro.
En el reino del deporte no rige la lógica sino tu intención de ir más allá.
También puede ser que vos quieras mucho algo, y nadie crea en vos. Puede ser que nadie te apoye por momentos. Puede ser que te consideren inapropiado. Puede que crean que no sos suficiente. Te van a decir que tenés demasiado de esto, o poco de aquello. A veces incluso vos mismo te lo vas a decir. No importa nada de eso. No te detengas a escuchar cosas que no te sirven. Vos seguí adelante caminando y confiá en que tu intuición te va a saber abrir camino aún por donde nadie logre verlo. Aún donde ni vos puedas verlo. No tenés que ver el camino. Sólo tenés que ver tu pie adelante del otro.
Misty Copeland, una bailarina que nació en el cuerpo equivocado, pero no le importó.
Y por eso es que a vos tampoco te tiene que importar. Porque hay algo más profundo que lo que la razón te diga, y es que estás acá para brillar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentá abiertamente eligiendo abajo en Comentar Como, la opción "nombre/URL" y si querés poné la dir de tu pag en URL, o dejalo vacío. Tus comentarios y opiniones me ayudan a mejorar este blog :)