"Para querer crear algo bueno primero tenés que estar disconforme con lo que existe"
Descubrí que somos varios los que
tenemos cierta resistencia o incomodidad a seguir formatos
preestablecidos de vida / trabajo. Cuando era más chica y recién
empezaba a insertarme en la sociedad activa, me dolía el alma
enterarme que la vida era trabajar 9 horas por día 5 días por
semana. No lo puedo exlicar, no era vagancia, era un dolor que tenía
que ver con una injusticia muy profunda que nadie notaba. Cómo podía
ser que nadie se diera cuenta de que algo no estaba bien con el
sistema de costumbres y valores que nos impregnan?
Por supuesto fuí creciendo y tratando
de aceptar, hacerme más dura, dejar de prestarle atención a ese
gritito de fondo que me decía desesperado “me estás matando!”.
Y simplemente trabajé. Trabajé cuidando chicos, trabajé de
vendedora, trabajé en call centers, trabajé en estudios de diseño,
trabajé igual. Y estuvo bien haberme curtido en el mundo, porque es
la realidad y hay que conocerla. Pero después de intentar vencer mis
“limitaciones” durante muchisimos años, después de enfrentarme
a momentos muy oscuros, ataques de pánico, depresión profunda...
una sicóloga una vez me dijo “Vos no estás enferma; estás muy sana.
Si quisieras SEGUIR en ese trabajo, si estuvieras deprimida y
desconectada de vos misma, yo te podría hacer un certificado para
que te permitan ausentarte por un par de semanas al trabajo, o algo
así. Pero vos venís y me decís que tenés otras expectativas de la
vida, que para vos hay cosas mucho mas grandes por las que sentís
que tenés que trabajar, y estar incómoda en un ambiente así, y
querer irte, es síntoma de que sos una persona muy sana. Eso es instinto de
supervivencia y a vos te funciona muy bien”.
Esa
fue la primera vez que ví mi sensibilidad como algo bueno y no como
una obstrucción a desenvolverme en la vida como una persona normal.
Y con el tiempo por suerte conocí a muchas personas que admiré
muchísimo, que tampoco nunca habían podido comprar el paquete
cerrado de trabajo tal cual generaciones anteriores nos lo vendieron.
Ese mandato de “sufrir para merecer” o de “sacrificio para
ganar el pan de cada día”. No lo hicieron a propósito, era lo que
ellos conocían y lo que a ellos les habían dicho que la vida era.
Nuestros
padres, y ni hablar nuestros abuelos, se criaron en una sociedad post guerra. La forma de vivir era ser duro, luchar y luchar y no
tener para comer. Vivir una vida sacrificada y estar orgulloso de
haberlo logrado. Para ellos ese mandato funcionó, porque les
permitió sobrevivir en un momento en que no había lugar para ir en
búsca de valores más sutiles. El objetivo más alto era sobrevivir
a penas con lo mínimo. Recordemos que uno puede dedicarse a tareas
de desarrollo más abstracto (intelectual, emocional, espititual)
sólo cuando se tiene la panza llena y un techo sobre la cabeza.
Este
es un momento distinto de nuestra sociedad. Hoy los valores cambiaron
y la fórmula para crecer tal cual la conocíamos pasó a ser
obsoleta. Tener tantos títulos como puedas, trabajar duro (cuantas
más horas mejor), bancarse injusticias de personas en jerarquías
más altas que uno, todo valía la pena porque UN DÍA LUEGO DE
MUCHOS MUCHOS AÑOS, TAL VEZ TE ASCENDIERAN. Entonces, podrías
decirles a tus hijos que lo habías logrado. Eso a muchos ya no nos
alcanza como objetivo superior de vida.
“La mayoría de las personas dicen que quieren libertad, pero son mucho más felices vendiéndola por un amo justo”.
Lo que
yo más quisiera es contagiar ese fuego, esa necesidad imperiosa de
buscar para sí mismos y para todos a su alrededor LO MÁS ALTO.
Conectate con esa energía adentro tuyo que te impulsa a crear algo
nuevo, algo más útil para vos y para el mundo.
“Nuestro miedo más profundo no es el de ser inapropiados.
Nuestro miedo más profundo es el de ser poderosos más allá de toda medida.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta.
Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
Más bien, la pregunta es: ¿Quién eres tú para no serlo? Eres hijo del universo.
No hay nada de grandioso en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para poner de manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros, como lo hacen los niños. Has nacido para manifestar la gloria divina que existe en nuestro interior.
No está solamente en algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.”
Marianne Williamson
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