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La mejor riqueza
es la que se encuentra caminando por ahí sin buscarla en un museo de
“belleza”, sin un cartel señalándola y sin títulos
reconociéndola. La mayor belleza es la que no tiene consciencia de
su profundidad, y actúa naturalmente. Y lo mismo pasa con las
personas sabias.
Hay algo en la
inocencia, o en la humildad, que no tiene precio. En el yoga sucede
algo así. Si bien parece que se trata solo de las posturas físicas,
hay un mundo muy vasto y antiguo de fondo que tiene que ver con el
autoconocimiento: cómo funciona la mente, los patrones de
comportamiento, la vida, la muerte, los chakras, las dimensiones, las
emociones, la energía... Es un conocimiento que abarca todas las capas
de la existencia, desde la más tangibles como el cuerpo y su
funcionamiento, a las más abstractas como los pensamientos, las
emociones, el ego, y el ser. Y es por esto que el buscador (sadhak,
guerrero, buscador del conocimiento profundo) en su mayor versión,
es un sabio.
El intelectual sabe que sabe y lo dice. El sabio es inocente como un niño, y transmite más con su presencia que con sus palabras.
Hoy en día hay
estudiosos del tema, hay personas que leen libros, ven videos,
practican conscientemente el autoconocimiento, y esto definitivamente es
muy positivo. Pero antes de que este conocimiento se haga carne
dentro de uno, hay un tiempo largo en que éste queda atascado en el
intelecto, y vuelve a la persona un poco rígida. Este es un paso
necesario, sin duda. De hecho aliento a todo el que tenga la
curiosidad suficiente para aprender sobre sí mismo, a leer los Yoga
Sutras de Patanjalis, o el Yoga Vashishta, o el Bhagavad Gita, o a
informarse sobre Ayurveda. Se necesita coraje y voluntad para
descubrirse a uno mismo. Pero algo muy hermoso sucede cuando todo
esto se olvida y uno simplemente se dedica a ser como verdaderamente
es, amable y natural con uno mismo y con otros, inocente como
un niño, libre de prejuicios, y auténtico.
Amo descubrir a
estas personas. Las personas que, sin saber que saben, saben.
Estos maravillosos
seres están por todas partes. Cada vez encuentro “casualmente”
más de ellos. Son personas normales en situaciones perfectamente
cotidianas. Son adolescentes, niños, personas mayores, o jóvenes
con trabajos convencionales en donde no necesariamente su sabiduría
profunda es valorada, ni viven de enseñarla. Y más aún, esta
arista de profunda sabiduría aparece como un emergente en medio del
caos urbano cuando por ejemplo, un colectivero para fuera de su
lugar asignado y te permite subir sonriéndote. Hay magia escondida en las
situaciones nimias del día a día. Hay rayos de luz en donde en una
situación convencional, una persona entre miles elige convertirse en
extraordinaria. No hay nadie admirandote en ese momento. No hay un
reconocimiento de tus habilidades ni un pago. Pero existe la
posibilidad para cada uno de nosotros de elegir actuar con honor a
cada momento, más allá de la recompensa que obtengamos a nivel
económico o a nivel social.
Cuan sagrada es para vos cada pequeña cosa que vivís, cada momento, cada persona anónima con la que te cruzás? Es una oportunidad de pasarla por alto o de honrarla. Vos decidís. A cada momento, vos decidís quién querés ser.
Hace un tiempo me
dedicaba a viajar enseñando cursos de respiración, meditación y
yoga. Son cursos vivenciales en donde hay Conocimiento antiguo, pero
expresado en forma relajada e interactiva para la vida de hoy en día.
Esto sumado a técnicas de respiración y meditación, y algunas
asanas de yoga, da por resultado una experiencia transformadora y
revitalizante en las personas que las alivia del estrés y las ayuda
a tener una visión más clara de sí mismos. Tanto tiempo fui
testigo en mí misma y en miles de otras personas, de lo poderoso de
estos cursos, que en un momento me volví fundamentalista y sentía
que todos debían venir a mi camino. La intención era pura, buena.
Yo simplemente deseaba que todos conocieran herramientas para vivir
una vida más felíz. Pero en un momento me encontré siendo muy
rígida, juzgando secretamente cualquier otro tipo de vida. No me
gustó en lo que me había convertido. Me había quedado encerrada en
esa posición. Y no me gustaba. No estaba cómoda escuchándome
hablar siempre a mí. Quería guardar espacio para ser una tonta, para
equivocarme. Me convertí en algo de lo cual no estaba orgullosa.
Nadie me había pedido eso, simplemente yo no había sabido llevar el
rol. Por suerte me incomodó lo suficiente como para detenerme. Algo
tenía que cambiar.
Durante un par de
años me alejé de este tipo de exposición y disfruté de no ser
nadie. Pero obviamente me dí cuenta con el pasar del tiempo que no
hay nada de malo con ser instructor en sí mismo, sino que todo está
en la forma en la que uno se lo toma. Hace poco me volví a acercar a
este espacio dando clases de yoga, y volviéndome a anotar para dar
cursos como instructora de esta ONG. No hay nada de malo con
compartir humildemente algunas cosas que uno aprendió. Pero esta
experiencia me dejó muy en claro cual es el rol que quiero tener, y
que approach elijo a la hora de guiar a un grupo.
Premisas útiles
para ser un buen guía / líder / instructor / profesor de lo que
sea:
- Presentarme desde un lugar de igual a igual con la gente que tengo adelante. No desde un escalón más arriba, ni uno más abajo. No soy ni mejor, ni peor que nadie. La vida nos lleva a todos por diferentes lugares y caminos, y es hermoso juntarnos a compartir lo que vimos y lo que aprendimos caminando cada uno por su área, para ponerlo al servicio de los demás.
- Olvidarme del efecto que quiero causar. No querer quedar de ninguna manera en particular ante las personas. Olvidarse de la “imágen”. Si sólo mantenes la intención viva de respetar a todos, cuidarlos, y estar ahí para ellos, ya está bien. Mantenete lo más despierto posible para atender sus necesidades. Tu tarea no es que te admiren, no es lucirte, no es estar ahí para obtener algo de ellos, sino ayudarlos a que conozcan y desplieguen su máximo potencial, que se desarrollen, que se pongan a prueba, y que confíen cada día más en sí mismos. Tu objetivo es llevarlos hacia ellos mismos, no hacia vos.
“They don t care if you know, they just need to know that you care”
A la gente no le
importa cuánto sabés de un tema, sólo les importa que ellos a vos
te importen. Si no los querés, si no los cuidás, si no tenés un
profundo deseo de verlos brillar, aunque sepas mucho de algo, no
podés hacer nada por ellos. Tratá de identificar si tu motivación
para enseñar una materia es que te admiren, o si de corazón estás dispuesto a elevarlos desde abajo.
- Sé imperfecto. Sé alcanzable. A las personas les encanta ponerte en un pedestal y fascinarse con tus posturas, con tu fuerza, con tu flexibilidad, con tu conocimiento. Pero ahí están abriendo un bache entre ellos y vos, y no es lo recomendable. Recibí su amor y agradecimiento, pero recordales que eso que ven en vos es en realidad un reflejo de ellos mismos. Que todas las cosas hermosas que ven en vos, ellos ya las tienen. No pretendas hacer todo bien. A veces que vos te equivoques los ayuda a ver que no hace falta ser nadie especial para hacer yoga, sólo la intención de amor de servir a otros. Y también se desmitifica el error y toda la pesadéz y verguenza que le asignamos.
- Recordales y haceles ver todo lo que están avanzando, todo lo que han mejorado.
- No generes culpa en ellos si faltaron, o si no hicieron la práctica en su casa. Separá las emociones del contenido real que les querés transmitir. Si querés estimularlos a que practiquen más seguido, o a que adquieran cierto hábito o disciplina, mostrales todas las cosas buenas que van a obtener al hacerlo. Se llama positive reinforcement. El negative reinforcement consiste en no decir nada bueno cuando la persona tiene algun logro, sino simplemente castigar o hacer sentir culpa a la persona cuando NO logra lo que esperás. Esto quedó en el siglo pasado y está comprobado que no ayuda a una persona a evolucionar. No es recomendable que te enojes o que los hagas sentir mal si no hicieron algo que debían.
- Inspirá. Llenalos de amor y de entusiasmo por esto que a vos te apasiona.
- Adaptate, adaptá la dinámica, el orden, y la forma en la cual presentás tu contenido. Hacelos cambiar de lugar, de ritmo, de ángulo de visión, mantenelos activos e interesados.
- Hacelos parte de tu clase. No estás ahí para enseñar solamente, estás ahí para aprender. Permitiles que elaboren contenido, que sean parte de lo que sucede, que participen, que se animen a exponerse, que propongan ideas, ejercicios, ideas nuevas. Y luego NO los juzgues. Tomá cada cosa que digan e integrala a la clase.
- Proponé situaciones en solitario y situaciones en grupo en donde uno pueda salir al encuentro y reconocimiento del otro.
- Dales espacios de silencio en donde no tengan que estar escuchándote a vos todo el tiempo, sino que se puedan encontrar a ellos mismos. Permití que el momento de revelación, de aprendizaje, o de click interno provenga de su interior. No les des todo masticado.
- Recordá ir avanzando y proponiéndo desafíos para ellos, cosas nuevas.
- De igual modo, no olvides la importancia de “hacer base” y de seguir volviendo sobre temas o aspectos fundamentales del área. Con el tiempo de práctica esto se vuelve sólido, se asienta, y empieza a formar parte de uno.
- Disfrutá de tu trabajo.
- Sé natural, se vos, se inocente.
Una vez me encontré con una mujer muy sabia. Ella era felíz y completamente inocente. Le pregunté si estaba iluminada (si había adquirido el Conocimiento supremo) y me dijo riéndose: “no sé”
Aquel que sabe la
Verdad, no va a decírtela. Y aquel que te la dice, en realidad no la
sabe.
***
Recorré tu camino
con humildad. Relacionate con inocencia, sin esperar nada de los
demás. Compartíte, compartí lo que tengas y lo que sepas. Y al
mismo tiempo, no creas que lo sabés. Sé amable, generoso, y sé
sincero con vos mismo.
Lo mejor para vos.
Debbie
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