viernes, 25 de septiembre de 2015

Quiero que seas un globo aerostático

Cada vez mas segura me siento de seguir mis instintos a pesar de que no vayan hacia donde el común de la gente se dirige o cree que todos deberíamos dirigirnos. Cada vez mas cómodo es ser yo misma, diciendo “no” a elecciones que el 95% de la gente dice “si”, y no sintiéndome equivocada o limitada por mis elecciones como ser vegetariana, o preferir pequeños productores por sobre grandes corporaciones, o no consumiendo cosas hechas a partir del maltrato hacia personas o animales en cualquier parte de su proceso. Cada vez más sana, más en armonía, más fiel a mi misma me siento yendo por un sendero absolutamente especial, escuchando mi intuición profunda con un poquito más de atención y tomando como guía mi sabiduría interna y natural. A los paradigmas dados por default, con la mayoría de los cuales siempre me sentí incómoda, ahora me permito cuestionarlos en absoluta sinceridad y relajación, y haciendo silencio para ver si eso concuerda con mi verdad. 

Hoy en día perdí la necesidad de satisfacer expectativas o miradas ajenas, sean de desconocidos, de amigos, de familia, o de imposiciones socioculturales intangibles.
Solía vivir en un permanente tironeo interno debido a mi extrema sensibilidad que me hace empatizar con todo y con todos en todo momento, y por otro lado percibiendo una agresión de fondo permanente por el solo hecho de vivir en un entorno urbano porteño excesivamente competitivo e individual. Siempre desencajé de los grupos porque no puedo hacer la vista gorda a las pequeñas enormes faltas que cometemos como sociedad hacia cualquier miembro que no sea “yo mismo”. Pero cuando era chica me veía como inadaptada o limitada, e intentaba hacer las cosas q todos hacían a toda costa. La música alta siempre me hizo ruido. Las carnes nunca me atrajeron, igual que el alcohol, el cual siempre me cayó mal. Las drogas me son totalmente ajenas. Las charlas superficiales o los comportamientos basados en las modas simplemente no tienen demasiado que ver conmigo. No soy una gran RRPP ni tengo tiempo, interés o energía para dedicarlo a satisfacer la imágen de mí que las personas esperan que irradie.

Tenía un defecto que era no respetar mi voz interna gritándome constante durante años que trabajar 9 horas por día para enriquecer a una corporación cuyo dueño no conozco y a quien mi calidad de vida no le interesa, era inaceptable. Me esforcé por ser como todos, y me impuse hacerlo a toda costa. Nadie nunca me dijo que ser distinta estaba bien. Lo aprendí a los golpes, después de años y años de vivir encerrada en una armadura mental que era totalmente ajena, rígida, y hostil. Una armadura que no se adaptaba a mis múltiples curvas y fluctuaciones, a mis eternos ornamentos redondeados, especiales y diferenciales.

Llegó un momento en que después de maltratarme exponiéndome a un estilo de vida, trabajo y relaciones en los cuales yo nunca fluí, no me quedó otra que arrastrarme hacia otra cosa con el último hálito de oxígeno. En esa lucha de supervivencia que es intrínseca a todo ser dejé que mi instinto de me llevara a mi verdadero hogar; yo misma.

Despacito y con mucha paciencia fuí desarrollando cierta aceptación para ser como yo verdaderamente soy, y descubrir mi propio camino, que nunca fue caminado por otros antes. 
Descubrí que no me gusta que me llamen “vegetariana” como englobando en una etiqueta un millón de instintos, valores y sentires que poco tienen que ver con una moda global o con una tendencia, y que vienen de mis mas profundos espacios abstractos. 
Descubrí que no me siento cómoda compitiendo con otros para demostrar ante NADIE la magnitud de mis talentos o saberes. 
Descubrí no me siento cómoda relacionándome con personas que no sean absolutamente transparentes en sus intenciones. 
Descubrí que mi umbral tan pequeño de tolerancia a la injusticia es un termómetro que puedo usar para saber de manera rápida a dónde dirigirme, o en dónde hay algo que no está bien, y actuar en consecuencia. 
Descubrí que no me gusta ser vista como un objeto o posesión de nadie. 
Descubrí que no quiero que nadie lucre con mis saberes. 
Descubrí que no sirvo para vivir adormecida bajando la cabeza ante las cosas solamente porque “así son”. 
Descubrí que la autosustentabilidad es una premisa básica para vivir y no perjudicar al espacio, al ambiente, a la tierra es mi ley motiv. 
Descubrí que no puedo ignorar mi intuición que me grita que proteja a todo lo natural, puro y salvajemente ordenado de este planeta a toda costa, y que evite intervenirlo artificialmente o intoxicarlo con intenciones convenidas y turbias. 
Descubrí que no me gusta el capitalismo.
Descubrí que mucha gente encerrada se empieza a pudrir y fermentar, porque empieza a comportarse como lo hace el otro y deja de autoexaminarse. 
Descubrí que no me siento cómoda siendo una ratita que coopera y alimenta con su eterno correr en la rueda a todo un sistema gigante y descontrolado que no piensa en cada individuo ni lo cuida. 
Descubrí que cada persona, cada ser, contiene dentro de sí el potencial de mejorarse a sí mismo y de pulirse como un diamante para brillar con la sabiduría ancestral de toda la creación, o de consumirse y pudrirse en sus propios patrones viciosos que sólo buscan placer a corto plazo. 
Descubrí que vivir solo para sobrevivir no es vivir. 
Descubrí que sólo deseo expandirme y ser parte de la naturaleza. 
Descubrí que tal vez ni siquiera necesite una casa, o ser parte en absoluto del sistema. O tal vez sí... quien sabe. 
Descubrí que no me gustan las masas de gente, pero sí amo a las personas. 
Descubrí que prefiero mil veces cuidar bien a una sola persona desde el más absoluto anonimato, antes que pararme ante miles, embelezarlos con mis palabras o imágen y que empiecen a admirarme más a mí que a ellos mismos. 
No quiero quitarle atención a nadie. 
Quiero ser ese guía sutil que le da protagonismo a quien está ayudando. 
Quiero que cada persona se encuentre a sí misma. 
No quiero fans. 
Ni siquiera necesito caerle bien a nadie. 

Quiero ser la que, parada en el medio del puente colgante entre riscos, invite a las personas a cruzarlo animándolas a creer en sí mismas, recordándoles y haciéndoles confiar en su infinito potencial. 

Quiero darles la mano y que me escuchen sólo el tiempo necesario como para empezar a escucharse a sí mismos. Y luego quiero quedar detrás, viendo con orgullo y amor a todas las personas del mundo en su máximo esplendor. 
Quiero verlos cumpliendo sus sueños. 
Quiero verlos a todos siendo felices y plenos. 
Quiero verlos a todos desarrollarse hasta darle nacimiento al proyecto que cada uno vino a hacer, siendo lo que cada uno vino a ser. 

No quiero ver gente adormecida en las sombras. Me duele, me duele en lo más profundo de mis entrañas. 
No quiero ver gente apilada en el subte un día de 45 grados que están tan desconectados de sí mismos, tan alienados, tan olvidados, que ni siquiera se les ocurre aflojarse la corbata o sacarse el traje. 
No quiero que escuches más a un sistema prediseñado o enlatado que a vos mismo. 
Quiero cuidarte hasta que vos te des cuenta de que tenés que cuidarte. 
Quiero que desees lo mejor para vos, y no te conformes hasta ser lo mejor que vos ya sos. Y no quiero que nadie te haga olvidarlo. Nunca.

Y por eso, te voy a hablar y a ayudar y a intentar inspirar hasta que explotes de amor y de ganas de elevarte como un globo aerostático. 

Quiero que seas un globo aerostático. 

Y quiero que te eleves.

Hasta tu propio cielo.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Viví como quieras - Yo me voy a la montaña, y vos?


Hace un año (septiembre de 2014) tuve una experiencia que si bien no fue LA ADRENALINA personificada, sirvió para revivir mis eternos sueños de toda la vida de viajar y conocer bien desde adentro cada recoveco del mundo, de mezclarme y hacerme uno con la gente, con el pasto, con los arboles, las montañas, los animales y la tierra. Siempre había soñado e imaginado ese tipo de experiencias incluso cuando era chica y no sabía todas las implicancias ni las posibilidades o complicaciones reales de ser viajero. Pero si bien en mi vida viajé, y viajé bastante, había algo de mí que permanecía encerrado juzgando desde su pequeño paradigma todo lo que conocía, con lo cual después de un tiempo resultaba cansador física y mentalmente. En ese estado volví a mi casa en septiembre de 2012 con 28 años, y me dediqué por 3 años a construír más una base estable y sólida que a generar experiencias de aventura por el mundo.